OPINIÓN
16 Diciembre 2013, 07:05 AM, 27 Comentarios
Manuel Armando, el panfletero
Por GIANNELLA PERDOMO PEREZ
La AUTORA es escritora. Reside en Santo Domingo
Manuel Armando Bueno Pérez.
Estudiante del bachillerato en el Liceo Secundario "Ulises Francisco Espaillat" –Santiago de los Caballeros-, compañero de mi hermano Virgilio Eugenio, llegó a mi casa un día cualquiera. Manuel Armando Bueno Pérez, poseedor de una inteligencia superior, era un regalo para la vista: alto, delgado, hermoso, que gustaba a cualquier adolescente ¡y yo tenía mi corazón ocupado!.
Al conocerle, jamás imaginé que sobre sus espaldas guardaba vivencias y recuerdos de “La Victoria” y “La 40”, lugares desde donde apenas acababa de salir, posiblemente entre la segunda o tercera semana de febrero del 1960.
En compañía de Virgilio, pasaba largos ratos en nuestro hogar y compartía con la familia, lo que nos permitió desarrollar una hermosa amistad. Sereno y discreto, en aquellos días no le escuché conversar sobre tópicos políticos, tampoco de sus días en prisión y motivos de la misma. Aunque cursaba un grado inferior al mío, tal cual actúan los hermanos, me dedicaba parte de su tiempo para auxiliarme en solucionar mis agobiantes problemas matemáticos.
Hijo del matrimonio formado por Manuel Marcial Bueno Torres y Dora Mercedes Pérez Guillén (Dorita), era el mayor de sus hermanos: Héctor Francisco, José Ernesto, María Altagracia, Eduardo Antonio, Ángel Octavio y César Enrique (q.e.p.d). Durante 14 años estuvo casado con Dhanya Gutiérrez Rodríguez, de cuya unión nacieron sus hijos Maida y Arial.
Autodidacta, además del español, hablaba inglés, francés e italiano. Entendía como pérdida de tiempo asistir diariamente a las aulas universitarias (1963) y desde la tranquilidad de su hogar, leyó y aprendió ingeniería civil y arquitectura. Junto a su hermano Eduardo, graduado de arquitecto -quien firmaba sus planos y cálculos- trabajó con excelentes resultados profesionales.
Lector incansable, adquirió una amplia cultura.Amante de la buena música, también disfrutaba de los agradables acordes populares. En sus ratos de ocio, además de jugar ajedrez con gran maestría, pintaba y escribía. Entre sus entretenimientos, gustaba de cocinar para sus amigos y familiares. Sus guisos, de comida gourmet, complacían a nuestros paladares.
UGRI
Remontándonos a sus años adolescentes -obviando su corta edad-, consciente de la situación política que vivía el país, Manuel Armando decide tomar acciones contra la dictadura trujillista y se integra a la “Unión de Grupos Revolucionarios Independientes (U.G.R.I.)” liderados por Wenceslao Marcial Guillén Gómez (a) Wen.
En su momento, con recursos un tanto rudimentarios, Manuel hizo las letras en un pedazo de linolium y las pegó sobre un trozo de madera, para que fungiera como una almohadilla. Una vez entintada en morado, reprodujo el documento anti trujillista que desató las rabias del tirano. Impreso en una hoja de papel, tamaño 8 ½¨ x 11”, doblada en su centro horizontal,-muy usual en sus escritos y dibujos- podía leerse: Viva la revolución. Abajo el tirano. Libertad o muerte.
En el dorso del volante –posteriormente denominado “panfleto” por los cuerpos represivos del régimen- escribió nítidamente: “Con perdón de la expresión Trujillo es un mierda”. Esta expresión provocó la furia del dictador, motivó la búsqueda y persecución de los jóvenes que integraron el grupo hoy reconocido como “Los Panfleteros de Santiago”.
El volante circuló por las calles de Santiago el 16 de diciembre del 1959; la fiera desató sus garras y uno a uno, los panfleteros fueron hechos prisioneros -salvo unos cuantos sobrevivientes, testigos de esos episodios- y desaparecieron para siempre en las ergástulas del régimen tiránico de Rafael Leónidas Trujillo.
Manuel Armando, Wen Guillén y demás integrantes de la UGRI, no se limitaron a distribuir volantes, sus acciones iban más allá del simple “impreso”. Con edades no superiores a los 22 años, en los frentes de las casas, las paredes del Liceo y ¡hasta en el baño que utilizaban las hembras! en gran tamaño pintaban las letras C.T., las que significaban “Contra Trujillo”.
No conformes con esas pintadas, para la inauguración del campeonato de base-ball (octubre de 1959), con grapas previamente preparadas a fin de lograr en su curvatura una parte punzante contra los neumáticos que por allí debían transitar, programados a deslucir el acto e impedir la asistencia masiva de los fanáticos al juego de pelotas, recubrieron las calles que conducían al play, logrando así su objetivo, porque muchos autos no pudieron llegar al tan esperado evento deportivo.
Descubierto el grupo, y conforme a los recuerdos de su hermana María, a Manuel le detienen el día 16 ó 17 de enero de 1960 y fue puesto en libertad a mediados o finales de febrero del mismo año. Lleno de interrogantes, no entendió el por qué recuperó su libertad en tan corto tiempo, contrario a las prácticas carcelarias que se aplicaban a los prisioneros políticos, implicados en acciones contra el gobierno de Trujillo.
Mientras Manuel permanecía preso, situación dolorosa para su tío Juan Esteban Pérez Guillén, hermano de su madre -en aquellos días con rango de Teniente Coronel del Ejército Nacional, por su trayectoria diplomática como agregado militar en varios países-, gozaba del respeto y admiración del dictador, distinción que le permitió atreverse a interceder por su muy querido sobrino.
En conversación que sostuvo con el Benefactor de la Patria, le solicitó clemencia para su sobrino y que se le preservara la vida, pues era un adolescente con apenas 15 años. Esta osadía de Pérez Guillén salvó la vida de Manuel, evitándole la muerte, tal y como sucediera con sus compañeros, cuyos cadáveres no se entregaron a sus familiares. A la fecha, –diciembre del 2013- tampoco se conoce el lugar donde finalmente fueron depositados.
El Generalísimo, conocedor de todo el historial, y sobre todo la edad de Manuel, le explicó a su Teniente Coronel: "No se preocupe Pérez Guillén, él es sólo un muchacho, ¡sólo le vamos a dar un escarmiento! Él no tiene nada que ver con esto, estas cosas no son de muchachos.”
El “Perínclito Varón de San Cristóbal” - uno de sus tantos títulos- jamás imaginó que ese muchacho, a quien subestimó como posible enemigo, era quien dibujaba los volantes. Labor artesana de Manuel y Wen, para evitar posibles delaciones, se resguardaron debajo de la casa de éste último, en la calle General Valverde No. 34, lugar donde elaboraron los “panfletos”.
DESPUES DEL 30 DE MAYO
Derrocado el gobierno de Trujillo, el estudiantado Santiagués se organiza, reúne y queda constituida la Asociación Nacional de Estudiantes Secundarios (ANES) el lunes 11 de septiembre del 1961, a las 3:00 pm. Luis José Ellis Iglesias, también dirigente de la ANES, me refiere: “En el aspecto práctico, sí recuerdo que las dos personas más activas en el grupo -siempre unidos- eran Manuel Armando Bueno y Virgilio Perdomo”.
Su amor a la libertad lo inserta en la guerra de abril y combate junto a su amigo y compañero Rubén Darío Echavarría Hernández (q.e.p.d.) en el Comando Elías Bisonó. Manuel, en su libro “Cárcel y Guerra, De una cárcel de Trujillo a un comando de abril”, prologado por Don Mariano Lebrón Saviñón, publicado en la Editora Taller (1991), narra con toda crudeza y brillante descripción los episodios vividos en ambos escenarios. Para agilizar los trabajos de impresión, le escribí a máquina sus manuscritos.
A Manuel no le detuvieron las manifestaciones estudiantiles, la guerra de abril ni sus impertinencias de salud, ¡tampoco el trasplante de riñón al que debió someterse! para caminar adelante, siempre de frente, hasta que un día cualquiera, la luminosidad de su vida empezó a opacarse.
Impredecible, tal y como a veces resultaba, apostaría que tuvo la suerte de morir casi cuando se lo propuso. Sin avisarnos, nos dejó aquel 30 de abril del 2003, a las 2:20 de una tarde serena, testigo de sus últimos halitos de vida. Tan sereno como la tarde misma, acompañado de María
, hermana incondicional, cerró los ojos y se guardó su último adiós.
Manuel Armando, mi otro hermano, ¡Hasta Siempre!
giannellaperdomo@hotmail.com
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